Todos somos de ella...
Siguiendo caminos indiferentes,
palpo lo inicuo del tiempo,
sus formas ásperas y resquebrajadas,
como una bola de barro.
Al detenerme con clara impaciencia,
descubro que no existes mas que en mis sueños,
y que te desbordas,
con insolente soberbia.
Y si retomo el camino,
vuelvo a ti, como un llanto contenido,
intentando adiestrarte,
pero tú no eres de esas.
me tomas de la mano,
y comprendo que eres un alivio,
que ha llegado calmado.
y odiarte latamente,
te encuentro tranquilo,
soberano de mi alma.